jueves, 17 de junio de 2010

El Hombre Y Su Carencia



“Con gran esfuerzo…partiendo de la más absoluta pobreza hasta que hayamos alcanzado las mas altas cumbres de la miseria”

Groucho Marx.

La carencia resulta ser en sus diferentes conceptos una falta, la privación de algo, lo que se convierte en necesidad, sin embargo no es lo acabado absoluto, hay algo de lo cual se sigue sosteniendo, un residuo de aquello que permanece intacto y es de ahí donde desemboca el deseo, eso que nos mueve para seguir viviendo… “una carencia necesaria”.

De hecho en una cita de Hegel hace referencia sobre este punto de la necesidad, en que de ella somos libres de actuar: “el hombre libre, actúa con conocimiento de esa posibilidad única, es decir, de la necesidad; el hombre que no es libre está ciego para ella y de ahí que esté obligado a obrar de cierta manera sin saber que es el ejecutor de la necesidad, es decir, de la razón.”

Yéndonos a la forma de este ejecutor de la necesidad tendríamos que plantear como funciona el sujeto dentro de nuestra cultura capitalista, si nos indican que el capitalismo es “un sistema económico en el que los individuos privados y las empresas de negocios llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y servicios mediante complejas transacciones en que intervienen los precios y los mercados.” Es interesante que estos “individuos privados” mencionados en la definición funcionan como poseedores de un poder, que eso mismo los hace prevenirse cada vez que invierten en algo más grande, pero también los ubica en una aislada posición, carentes del acceso público e incluso de si mismos, pues su actividad de producción los hace renunciar a su propia humanidad para convertir de ella solo un sentido de propiedad. ¿Por qué la carencia es temible? La carencia siempre será principio de angustia, porque en primer lugar no se podría mantener las necesidades primarias y el estado vital y de sobrevivencia lo demanda, así como también anímicamente, pues lo carente se representa como esa libido libre que no tiene un sentido, no hay un objeto en donde pueda depositarse (como ese dinero que no se puede invertir o gastar).

La cultura ha marcado que se tiene que buscar la supremacía de nuestras metas para obtener un mejor vivir, pero cada vez se pierde más la solidaria acción hacia los demás por la renuncia a la propia humanidad; y se tiene que encerrar en un egoísmo decadente para poder sobresalir, y así poder conseguir la “propia felicidad”. He marcado un sentido materialista hasta ahora, pero incluso desde el sentido de amor también nos basa en eso, por decirlo en otras palabras: “el amor se quiere dar, no demostrar”, porque solo así tal vez se pueda merecer algo, como si ese afecto se pudiera dar en cantidades y no en esencia, como la bromista expresión de: “verbo mata carita…pero cartera mata carita y verbo” marcando así uno de los reflejos del poder material sobre el valor humano reducido en trozos de níquel y papel. Forzando en el individuo la necesidad de tener para poder ser: amado, respetado, temido, envidiado, deseado…etc.



Quizá la muerte no sea tan petrificante como este asunto de la carencia, ya que la muerte es darle final a todo, la renuncia permanente a las cosas del mundo. Pero la carencia es sentir el peso de ese mundo en los hombros en una pregunta constante: ¿Qué voy hacer?, agobiante es el asunto de existir tratando de buscar una solución al problema que se presenta de manera intermitente, por lo tanto se requiere aquella actividad que llamamos “trabajo”, el trabajo sirve como factor y función indispensable, incluso la palabra Trabajo etimológicamente deriva de una tortura de la antigua Roma cuyo nombre en latín era tripalĭum (tres palos); se extendió al verbo tripaliāre como sinónimo de torturar o torturarse, posteriormente la palabra mutó en el castellano arcaico a trebejare ya con el significado de esfuerzo y luego surgió trabajar como sinónimo de laborar. Entonces la actividad del trabajo tanto se sufre en el sentido de un sacrificio de sí mismo como se goza al sentir satisfacción de su logro en él. Hoy en día suele ser un problema del cual “se sufre para gozarlo” por la diversa competitividad en la sociedad y precisamente por su escasez y exigencia, el hombre se ha hecho lobo del hombre.

Ante esto, la carencia abarca más de lo que he mencionado, socialmente el hombre se pierde por la falsa creencia de no tener un poder económico que lo haga notar, sin embargo, la carencia abarca aún más que eso, como la carencia de fe, de carácter, confianza, libertad, del sí mismo…etc. Esto lo pone en una posición vulnerable, el hombre por naturaleza es inofensivo si esta exento de armas, de todo eso “material”. Son los valores éticos los que respaldaran al individuo, que lo evitará de la verdadera locura, y que esos mismos valores los moldeará mientras exista y no viva solamente. Aquellos valores como el amor (que de ahí derivan muchos), también los que se aprenden de la experiencia y de la formación del propio criterio, por mencionar algunos.

Porque el hombre al ser capaz de arriesgarse y de poder decidir sobre sus necesidades será una persona libre, ¿Por qué sería así? Por ese fomento de valores que responden a la situación, entenderá las entradas y salidas al reconocer ventajas y sus desventajas teniendo en cuenta que podrá perder o ganar pero siempre manteniendo una integridad de sí mismo, aprender a tener una visión más extensa, algo que no lo dejaría caer en la locura, por otro lado, aquel que no es cultivado de valores, lo hará presa de su necedad y esclavo del propio fracaso sin poder observar desventajas que puedan acecharlo ya que nunca fuese dueño de su propio pensamiento, de su criterio que se ha perdido. Este tipo de personas están tan acostumbradas a perder que ya no lo toleran, y se juegan el “todo o nada” en cualquier situación sin pensar en las posibilidades y alternativas, a diferencia de la persona libre, ella sabe cuando retirarse, no arriesga inútilmente, y a pesar de perder un poco, gana más oportunidades, aquí es donde entra la “ausencia de carencia” porque siempre se tendrá algo de lo cual pueda defenderse, eso que permite al hombre ser humano: su deseo.

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