Que gran melancolía invade
al caído de amor, cuando su despertar es más doloroso que el sueño en que
estaba sumergido; un sueño que toma tintes de pesadilla, pero se esfuerza con
impulsos de reconciliación para vivir un paraíso endeble.
Cuando uno está en ese
juego tan peligroso del amor es presa de fantasmas de todo tipo y lo más
irónico es que todos son esencia de nuestra propia realidad. Pero es en la
ausencia donde todo se pone en orden, porque ausentarse es irse para regresar
con uno mismo, no es huir o desaparecer; es simplemente no estar donde otros;
como dice una canción “Te verás tan solo…y te encontrarás”.
La ausencia se define
como: el alejamiento o separación de un
lugar, y una concepción más interesante es que se refiere a la “pérdida
pasajera de la conciencia”. Y sobre esas dos formas uno funciona. Pues sobre
esa misma soledad que invade, uno se analiza y se reencuentra, al repetir cada
vez el evento significativo que lo acecha hasta llegar al más punitivo arrepentimiento,
o una sana elaboración del conflicto.
Solo en la ausencia.
Edgar Márquez
No hay comentarios:
Publicar un comentario